Composición: el Encuadre
Es evidente que el efecto que pretendemos obtener al
sacar una fotografía dista mucho de lo que nuestros ojos ven en ese
momento.
No olvidemos que el alcance de éstos no se puede
comparar con el de un objetivo normal y, además... ¡podemos pasearlos
a nuestro antojo por todo su campo de visión!. En definitiva, la
cámara sólo ve una parte de todo lo que tenemos delante, por lo que
debemos acertar a la hora de escoger qué incluimos en la foto y
qué despreciamos.
Pensaremos en la foto como si de un cuadro se tratase,
imaginando que el marco nos la delimita. Esto es lo que se denomina
encuadre, y junto con otros factores es responsable de la composición
de la fotografía.
EL ENCUADRE
Por lo general, un motivo situado en el centro de la
foto consigue un resultado aceptable. Pero, antes de disparar es
conveniente considerar todas las opciones que están a nuestro alcance,
debiendo preguntarnos cuál es el protagonista de la foto, así como
qué pretendemos transmitir con ella. No cabe duda de que centrar el
motivo es muy adecuado para casos en que predomina la simetría (por ej.
edificios), pero a cambio, descentrarlo puede resultar interesante si
nos interesa desviar la atención hacia el resto de la foto, resaltar
otros elementos de la imagen o crear un efecto visual.
También suele ser positivo descentrar el motivo
cuando éste se encuentra en movimiento, ya que podemos obtener una
sensación más dinámica. Por ejemplo, un saltador de longitud podría
aparentar "escapársenos" de la foto si lo colocamos más
cerca de un extremo.
Una forma clásica de componer una foto consiste en
aplicar la regla de los tercios. Se trata de imaginar la
composición dividida en tercios verticales y hacer coincidir el motivo
principal sobre una de las dos líneas divisorias.
Puede ser de aplicación tanto para formatos
horizontales como verticales, y consigue dotar a la fotografía de un
cierto dinamismo, pues obliga a recorrerla con la mirada sin detenerse
exclusivamente en el motivo principal. Este efecto no lo logramos si
centramos el objeto, ya que la vista se fija en él y no nos sugiere ir
más allá.
Aún podemos afinar más en busca del equilibrio de
nuestra foto si a las dos líneas verticales imaginarias descritas en la
regla de los tercios les añadimos otras dos horizontales. Las cuatro
líneas se cruzan en otros tantos puntos clave (vértices de un
hipotético rectángulo en el interior de la foto) que pueden definirnos
aún mejor la ubicación más adecuada para el objeto principal.
Podremos alcanzar un equilibrio perfecto si
compensamos la presencia del motivo principal con uno secundario
colocando a éste último en el punto clave diametralmente opuesto al
que ocupa el tema principal. En cualquier caso, el motivo secundario no
deberá nunca restar protagonismo al principal.
Es importante indicar que el descentrado del motivo
puede "engañar" al autofocus de la cámara, por lo que
deberemos tener la precaución de hacer un preenfoque y conservarlo
mientras movemos la cámara en busca del encuadre correcto
Continuamos con la composición de las fotos.
¿Se me ve?.- Es típico encontrarse por la calle a un grupo de japoneses que hacen fotos a todos sus familiares pegados a un monumento y a una distancia de ellos bastante considerable. En estos casos nos encontramos con fotos en las que casi no se distingue al sujeto. Es bueno saber qué se está fotografiando, y si dos objetos no son compatibles en una misma fotografía, entonces hacer dos fotografías distintas. Mejor acercarse al sujeto y jugar con el zoom y la perspectiva para ajustar el fondo.
No, señora, no se le ve. Este tipo de fotografías hay que evitarlas.
En esta fotografía se pueden observar tanto el fondo como los sujetos de la escena.
Puntos fuertes.- Según la división por tercios de una escena, la confluencia de los tercios marcan unos puntos donde se hacen llamativos los objetos, llamados puntos fuertes. El centro es un punto fuerte. Es recomendable hacer coincidir los objetos con estos puntos.
Líneas.- En algunas fotografías quedan muy marcadas algunas líneas. Éstas deben ser ordenadas, que no se crucen y, a ser posible, que confluyan en puntos fuertes.